El color de los océanos, como el clima, tiende hacia los extremos. El mar luce azul por la misma razón que el cielo aunque no porque uno refleje al otro, como suele pensarse. El proceso tiene que ver con la refracción de la luz blanca. Cuando la luz sale del Sol y llega a la atmósfera, las partículas presentes en el aire la descomponen en los colores del arco iris. El azul se dispersa en todas las direcciones y colorea el cielo. Con el océano ocurre lo mismo, aunque la intensidad del azul puede variar y algunas zonas incluso adquieren tonos verdosos. «A cor do mar aberto é azul mentres que nas rías é verde. Neste cambio de cor inflúe sobre todo a clorofila, que absorbe moito azul e reflexa o verde», explica Francisco Rodríguez, científico del Instituto Oceanográfico Español en Vigo.
El color de los océanos, como el clima, tiende hacia los extremos. El mar luce azul por la misma razón que el cielo aunque no porque uno refleje al otro, como suele pensarse. El proceso tiene que ver con la refracción de la luz blanca. Cuando la luz sale del Sol y llega a la atmósfera, las partículas presentes en el aire la descomponen en los colores del arco iris. El azul se dispersa en todas las direcciones y colorea el cielo. Con el océano ocurre lo mismo, aunque la intensidad del azul puede variar y algunas zonas incluso adquieren tonos verdosos. «A cor do mar aberto é azul mentres que nas rías é verde. Neste cambio de cor inflúe sobre todo a clorofila, que absorbe moito azul e reflexa o verde», explica Francisco Rodríguez, científico del Instituto Oceanográfico Español en Vigo.
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